sábado, 26 de marzo de 2016

Santuario Schoenstatt de Juana Díaz: Llegaron con Sed y allí la saciaron con el agua que conduce a la vida eterna.

Miles pisaron tierra del Santuario de Schoenstatt en Juana Díaz, lugar de gracia, durante el Viernes Santo. Desde el amanecer, fue un encuentro de miles peregrinos en su búsqueda de reconciliación. Desde distintos punto de la isla de Puerto Rico llegaron con Sed y allí la saciaron con el agua que conduce a la vida eterna.
Liderados por el Padre Hilario José Gutiérrez, Rector del Santuario, decenas de feligreses participaron en el Vía Crucis por la empinada cuesta hasta llegar a los pies de la capilla. Al término del recorrido, se predicaron las Siete Palabras y se celebró la Adoración de la Cruz.
Oración escrita por el Papa
Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo alzada en nuestras hermanas y hermanos asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los doctores de la letra y no del espíritu, de la muerte y no de la vida, que en vez de enseñar la misericordia y la vida, amenazan con el castigo y la muerte y condenan al justo.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los corazones endurecidos de los que juzgan cómodamente a los demás, corazones dispuestos a condenarlos incluso a la lapidación, sin fijarse nunca en sus propios pecados y culpas.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los que quieren quitarte de los lugares públicos y excluirte de la vida pública, en el nombre de un cierto paganismo laicista o incluso en el nombre de la igualdad que tú mismo nos has enseñado.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los traidores que por treinta denarios entregan a la muerte a cualquier persona.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ladrones y en los corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra «casa común» que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ancianos abandonados por sus propios familiares, en los discapacitados, en los niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada.

Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en el rostro de las religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los mandamientos.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los beatos y en los santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en las familias que viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los voluntarios que socorren generosamente a los necesitados y maltratados.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los perseguidos por su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del Evangelio.

Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo.

En ti, Cruz Santa, vemos a Dios que ama hasta el extremo, y vemos el odio que domina y ciega el corazón y la mente de los que prefieren las tinieblas a la luz.

Oh Cruz de Cristo, Arca de Noé que salvó a la humanidad del diluvio del pecado, líbranos del mal y del maligno. Oh Trono de David y sello de la Alianza divina y eterna, despiértanos de las seducciones de la vanidad. Oh grito de amor, suscita en nosotros el deseo de Dios, del bien y de la luz.

Oh Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar. Amén".


La noche anterior, el Jueves Santo, el P Hilario presidió la celebración de la Misa de la Cena del Señor y el Lavatorio de los pies. Doce familias de la comunidad representaron a los apóstoles a los cuales Jesús lavó los pies en aquella memorable noche.
E
vangelio de San Juan 13,1-15
El lavatorio de los pies
13:1 Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
13:2 Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
13:3 sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
13:4 se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
13:5 Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
13:6 Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?"
13:7 Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".
13:8 "No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
13:9 "Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!"
13:10 Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
13:11 Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".
13:12 Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
13:13 Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
13:14 Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
13:15 Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.

jueves, 24 de marzo de 2016

Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 3 de marzo de 2016

El Santo Padre invita a vivir los tres días finales de la Semana Santa, sintiendo la misericordia de Dios

Audiencia general en la plaza de San Pedro
Publicamos a continuación el texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 3 de marzo de 2016:
«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Nuestra reflexión sobre la misericordia de Dios nos introduce hoy al Triduo Pascual. Viviremos el jueves, viernes y sábado santo como momentos fuertes que nos permiten de entrar cada vez más en los grandes misterios de nuestra fe: la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Todo nos habla en estos tres días de misericordia, porque nos vuelve visible hasta donde llega de lejos el amor de Dios. Escucharemos la narración sobre los últimos días de vida de Jesús.
El evangelista Juan nos ofrece la llave para entender el sentido profundo: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amo hasta el final". El amor de Dios no tiene límites. Como repetía con frecuencia veces san Agustín, es una mor que va hasta el final y sin fin.
Dios se ofrece realmente todo por cada uno de nosotros. Sin poner ningún límite. El misterio que vivimos en esta Semana Santa es una gran historia de amor que no conoce obstáculos. La pasión de Jesús dura hasta el final del mundo, porque es una historia que comparte los sufrimientos de toda la humanidad. Y una permanente presencia en las situaciones de la vida personal de cada uno de nosotros. En resumen, el Triduo Pascual es el memorial de un drama de amor que nos da la certeza que no seremos nunca abandonados en las pruebas de la vida.
El Jueves Santo, Jesús instituye la eucaristía, anticipando en el banquete pascual su sacrificio en el Gólgota, y para hacer entender a los discípulos el amor que le anima, le lava los pies a ellos, ofreciendo a ellos el ejemplo en primera persona de como ellos mismos deberán actuar.
La eucaristía es el amor que se vuelve servicio, es la presencia sublime de Cristo que desea saciar el hambre de cada hombre, especialmente de los más débiles, para volverlos capaces de un camino como testimonios ante las dificultades del mundo. Y no solamente, al darse a nosotros como alimento, Jesús certifica que tenemos que aprender a partir con los otros el pan, este alimento, para que se vuelva una verdadera comunión de vida con quienes se encuentran en necesidad. Él se dona a nosotros y nos pide permanecer en él para hacer lo mismo.
El Viernes Santo es el momento culminante del amor. La muerte de Jesús que en la cruz se abandona al Padre para ofrecer su salvación al mundo entero expresa el amor donado hasta el final, hasta el final, sin fin. Un amor que quiere abrazar a todos, ninguno excluido, un amor que se extiende a todas las épocas y lugares, un manantial inagotable de salvación al cual cada uno de nosotros pecadores puede ir.
Dios nos ha demostrado su amor supremo con la muerte de Jesús, y entonces también nosotros regenerados por el Espíritu Santo podemos y tenemos que amarnos los unos a los otros.
Y por último el Sábado Santo es el día del silencio de Dios. Tiene que ser un día de silencio y nosotros tenemos que hacer de todo para que sea para nosotros, justamente, una jornada de silencio, como fue en aquel tiempo: el día del silencio de Dios. Jesús depuesto en el sepulcro comparte con toda la humanidad el drama de la muerte. Es un silencio que habla y expresa el amor como solidaridad hacia los abandonados desde siempre, que el Hijo de Dios alcanza colmando el vacío que solo la misericordia infinita del Padre Dios puede llenar.
Dios calla pero por amor. En este día el amor -aquel amor silencioso- se transforma en espera de la vida, en la Resurrección. Pensemos en el Sábado Santo: nos hará bien pensar en el silencio de la Virgen, 'la Creyente', que en silencio estaba esperando la Resurrección. La Virgen debería ser el símbolo para nosotros, de aquel Sábado Santo. Pensar así, como la Virgen ha vivido aquel Sábado Santo, en la espera. Es el amor que no duda, pero que espera en la palabra del Señor, para que el día de Pascua se vuelva manifiesto y resplandeciente.
Es todo un gran misterio de amor y de misericordia. Nuestras palabras son pobres e insuficientes para expresarlo en plenitud. Nos puede servir como ayuda la experiencia de una muchacha, no muy conocida, que ha escrito páginas sublimes sobre el amor de Cristo. Se llamaba Juliana de Norwich; era analfabeta; esta joven tuvo visiones de la pasión de Jesús, y después cuando entro en la clausura describió, con lenguaje simple, pero profundo e intenso, el sentido del amor misericordioso.
Decía así: "Entonces nuestro buen Señor me preguntó: '¿Estás contenta que yo haya sufrido por ti?'
Yo le dije: "Sí, buen Señor, y te agradezco mucho; sí buen Señor, que tú seas bendecido". Entonces Jesús, nuestro buen Señor, dijo: "Si tu estás contenta también yo lo estoy. El haber sufrido la pasión por ti es una alegría, una felicidad, un gozo eterno; y si pudiera sufrir aún más lo haría".
Este es nuestro Jesus, que a cada uno de nosotros dice: "Si pudiera sufrir más por ti, lo haría".
¡Como son hermosas estas palabras! Nos permiten entender realmente el amor inmenso y sin límites que el Señor tiene hacia cada uno de nosotros. Dejémonos envolver por esta misericordia que viene hacia nosotros; y en estos días, mientras tenemos fija la mirada sobre la pasión y muerte del Señor, acojamos en nuestro corazón la grandeza de su amor y como la Virgen el Sábado, en silencio, a la espera de la Resurrección».

Palabras al final de la audiencia
«Con el corazón dolorido he seguido las tristes noticias de los atentados terroristas de ayer en Bélgica, que han causado numerosas víctimas y heridos. Les aseguro mis oraciones y mi cercanía a la querida población belga, a todos los familiares de las víctimas y a todos los heridos.
Hago un nuevo llamado a todas las personas de buena voluntad para que se unan y al unísono condenen esto cruel abominación que está causando solamente muerte, terror y horror. A todos pido perseverar en la oración y pedirle a Señor, en esta Semana Santa, que conforte los corazones afligidos y convierta los corazones de estas personas enceguecidas por el fundamentalismo cruel. Por intercesión de la Virgen María, hagamos una oración: "Ave María…" Ahora en silencio recemos por los muertos y por los heridos, y por los familiares así como por todo el pueblo belga».
(Texto traducido desde el audio por ZENIT)

El Papa celebra la Santa Misa de la Cena del Señor

(RV).-  "El lavatorio de los pies nos muestra el modo de actuar de Dios para con el hombre, no con palabras, sino con obras y en verdad", dijo el Papa Francisco en la Audiencia Jubilar del sábado 12 de marzo, cuando señaló que esta revelación del modo de actuar de Dios la describe el Evangelista Juan en su primera carta (3,16.18), cuando dice: «Hijitos, no amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad».
En un "signo sencillo pero elocuente", el Sucesor de Pedro celebra la tarde del Jueves Santo la Santa Misa de la Cena del Señor en Centro de Acogida para solicitantes de asilo (CARA) de Castelnuovo di Porto, y lava los pies a doce personas (once refugiados y una trabajadora del centro) provenientes de Mali, Nigeria, Eritrea, India, Siria, Pakistán e Italia.
Se trata de tres musulmanes, tres mujeres de religión cristiana copta, uno de religión hindú,  y cinco católicos, cuatro hombres y una mujer, quienes reciben el lavatorio de los pies por parte del Papa Francisco, todas personas que han vivido situaciones difíciles al límite de la resistencia física y psicológica, en países donde reina el dolor y sufrimiento, de los que han huido hasta llegar a Italia. El Santo Padre encuentra además a tres familias de refugiados que alojan en la estructura.
La estructura que acoge a cerca de novecientos migrantes provenientes de veinticinco países del mundo (quince países africanos, nueve asiáticos, uno europeo extra U.E.), se encuentra a unos 30 kilómetros al norte de Roma, cuenta con ciento setenta y siete habitaciones, y está bajo la gestión de la Sociedad Cooperativa Social Auxilium, y de un grupo de jóvenes estudiantes de Basilicata, movidos todos por el deseo común de comprometerse en esta difícil realidad social, inspirados en la Doctrina Social de la Iglesia.
(Tomado de: Vatican Radio)

martes, 22 de marzo de 2016

Texto de la homilía de Mons. Félix Lázaro, Obispo Emérito de Ponce, el 19 de marzo, en Santuario de Schoenstatt de Juana Díaz

SAN JOSE
 
Si en el Adviento celebra la Iglesia la fiesta de la Inmaculada, como figura típica del Adviento, junto con la de Isaías, y Juan el Bautista,
San José, cuya fiesta suele coincidir dentro de la Cuaresma, podría considerarse como  la figura familiar de la Cuaresma.  
Siempre me ha parecido un personaje maravilloso y hasta diría central, dentro de los planes de Dios, de los planes salvíficos de Dios. 
Si María con su "sí" al ángel, con su "hágase en mí según tu palabra", abrió sus entrañas al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios,
José, con su aceptación a las palabras del ángel que le habló en el sueño, hizo posible que Jesús naciera de la descendencia de David, cumpliéndose así las Escrituras. San Mateo lo hace constar en su evangelio.
 
La segunda lectura nos presenta la figura grandiosa de Abrahán, nuestro padre en la fe, grande precisamente por su fe, porque creyó en el Señor, como lo señala la lectura.
Les confieso que Abrahán es uno de esos personajes que más admiro por su fidelidad a la palabra de Dios. Creyó en el Señor contra toda esperanza:
Se puso en camino, sin saber adónde iba, dice la Carta a los hebreos, fiado únicamente en la palabra del Señor.
A pesar de que el Señor no le daba descendencia, seguía confiando en el Señor. Y cuando se la da y el Señor le ordena que se la ofrezca en sacrificio, no lo duda, y está dispuesto a sacrificar al hijo de la promesa, Isaac.
Abrahán corrió el riesgo, se fió de Dios y confió en Dios.
 
La Iglesia, a través de la liturgia, nos presenta hoy a San José, cuya fe es comparable con la de Abrahán.
Corrió el riesgo, se fio de Dios y confió en Dios.
Alguien no ha dudado en llamarlo el Abrahán del Nuevo Testamento.
Y como la de Abrahán, la fe de José fue pronto puesta a prueba, con el misterioso embarazo de María. No conociendo el misterio de la Encarnación y no queriendo exponer a María al repudio y a posible condena de lapidación, pensó abandonarla, de no haber sido por la intervención del ángel, que le aseguró que lo engendrado en María fue por obra del Espíritu Santo.
En Belén tuvo que sufrir con la Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo.
Y más tarde tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto pasando dificultades muy grandes. 
 
Llamado por Dios a jugar un papel decisivo en la obra de la salvación, su figura se engrandece en la medida que gracias a él, junto con María, se cumplieron los planes de Dios. A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la sagrada familia. En el evangelio se le reconoce a Jesús como el "hijo de José"
Mucho se podría decir de San José, empezando porque apenas hablan de él los evangelios. Sólo sabemos los datos históricos que relatan San Mateo y San Lucas; pero eso es precisamente lo que lo ensalza.
Comparte gozos y dolores con María. En él encontramos al varón justo, al hombre de fe y hombre fiel, cumplidor de sus deberes de esposo y de padre. Pero sobre todo, abierto a los planes de Dios.
San José es llamado el "santo del silencio". No conocemos palabra alguna pronunciada por él, tan sólo sus obras, sus actos de fe, amor y al protector de María y Jesús. 
 
Quisiera traer a la memoria, junto a los dos colosos de la fe, Abrahán y San José,  otra figura gigante, hombre de fe profunda, arraigada y probada, quien nos ha dejado este magnífico testimonio que lo dice todo: "Sé de quien me he fiado, de Cristo Jesús". Me refiero, como pueden adivinar a San Pablo. Es bueno tener modelos que seguir e  imitar, particularmente yo añadiría, modelos de fe y confianza. Porque fe era lo que Jesús pedía a sus Apóstoles: Duc in altum, remad hacia dentro…
 
Imaginémonos que Jesús nos estuviera diciendo a cada uno de los presentes reunidos en torno a la mesa del Señor, sentados con El en la Eucaristía, memorial de la Última Cena, en la que rogó al Padre que todos fuesen uno, como tú Padre en mí y yo en ti, que no se pierda ninguno de los que me has dado, en este día tan significativo de San José y onomástico también del Papa Emérito Benedicto XVI, Josef Ratzinger, imaginémonos que nos estuviese diciendo el Señor como a Abrahán, a San José y a Pablo, ponte en camino, con todo lo que ello implica. Corre el riesgo, fíate y confía en Mí.
¿Cuál sería nuestra respuesta?
Nada tenemos que temer si estamos dispuestos a correr el riesgo, a fiarnos y confiar en el Señor. 
La devoción a San José se fundamenta en que este hombre "justo" fue escogido por Dios para ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra. 
De él ha escrito San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes" El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento". Y así se desarrollaba el carácter de José, crecía de "virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad. 
Algunos santos del siglo XII comenzaron a popularizar la devoción a San José; entre ellos destacaron San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudis y Santa Brígida. De todos es sabido el amor que le profesaba Santa Teresa de Jesús, y tantos y tantos santos.
Pero lo principal es que tratemos de imitarle, particularmente en su fe en Dios y en su total disponibilidad a  los planes de Dios.
 
Que nuestra Madre la Santísima Virgen bajo su advocación de nuestra Señora de Guadalupe, Reina de las Américas y Patrona de la Diócesis, nos cobije bajo su maternal protección y en compañía de San José su esposo,  nos lleve de la mano hasta su Hijo Jesús. 

lunes, 21 de marzo de 2016

De San José al Domingo de Ramos en Santuario de Schoenstatt de Juana Díaz


E
ste pasado fin de semana, 19 y 20 de marzo, fue de gran intensidad en nuestro Santuario de Schoenstatt de Juana Díaz con la celebración de diversas actividades y la asistencia de miles de personas a este lugar de gracia. 
La jornada del 19 de marzo se inició a las 6:30 de la mañana con la acostumbrada reunión mensual de Los Madrugadores de María.
Al término del encuentro de Los Madrugadores de María comenzaron a llegar los centenares de peregrinos de la Caminata de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (PUCPR), edición número 21. Con el lema "Madre de Misericordia", los caminantes arribaron a los predios del santuario cerca de las 9:00 de la mañana. La Celebración Eucarística se inició a las 10:00 am con el Obispo Emérito de la Diócesis de Ponce, Mons. Félix Lázaro Martínez, el Padre Hilario José Gutiérrez Burgos, rector del Santuario y otros sacerdotes invitados.

En su homilía, Monseñor Lázaro Martínez resaltó la figura del silencioso San José, su fe, su amor a la Virgen María y a Jesús y su colaboración en el plan salvífico de Dios. Fue como recordar las palabras del Padre Kentenich al referirse a San José: "Debemos decir, por cierto, que si tenemos un profundo amor a María, deberíamos también servir como ella al Señor tal como lo desea el Padre celestial. Y con ello también a su imagen más perfecta que es san José. Al conocer más de cerca el sentido y la relación interna de este conjunto, deberíamos esforzarnos hoy no sólo por crecer en un profundo amor en general, sino también por crecer más intensamente en un profundo amor a María. Si la Santísima Virgen profesó un amor tan grande por san José, entonces no puede serle indiferente cómo lo tratemos. También resuena en nuestros oídos el suave reproche que ella le dirigió a su Hijo: "Hijo, ¿por qué nos hiciste esto?". Oímos este reproche cuando no le damos el lugar debido a san José en nuestra Familia. La Madre de Dios nos llama también a nosotros: "Hijo, ¿por qué nos hiciste eso? San José y yo buscamos tu amor afanosamente".
También san José merece nuestra respuesta de amor. La Santísima Virgen experimenta una enorme alegría cuando puede confiarle en forma directa todas las necesidades económicas de nuestra Familia. Hasta ahora, él nos ha ayudado muy generosamente. Por gratitud deberíamos, entonces, quererlo de corazón.
Sentimos que hay en nuestros corazones cierta resonancia y rico equilibrio en nuestro amor. El corazón puede trabajar más ricamente en todas las direcciones y estar, a la vez, más en casa en el regazo de la Santísima Trinidad. Y ¿qué debemos hacer nosotros en tal sentido?...Por de pronto, deberíamos apreciar más sus imágenes y estatuas. "Jesús, María y José: ¡el corazón y el alma mía les daré!". Deberíamos introducir cada vez más a san José en el círculo de amor de nuestra Familia."

L
os eventos del día continuaron desde la 1 de la tarde en el Santuario con el Encuentro con la Mater Peregrina. Decenas de devotos de la Madre Tres Veces Admirable convergieron en un acto de amor a la Madre del Salvador.
¡Oh Madre Admirable, Madre Peregrina!
Es tu visita la que me ilumina, pues traes contigo a tu hijo Jesús
que es vida, camino, verdad y luz! 


Ya en horas nocturnas, el Padre Hilario presidió la Santa Misa en la explanada del monte en donde un grupo de familias acogió la protección y cuidado de las cruces del Vía Crucis y el Vía Lucis o Camino de Luz. Allí, al término de la Celebración Eucarística, el sacerdote schonstattiano consagró el hermoso lugar a San José al tiempo que pidió a los asistentes que ayuden en el sostenimiento material del santuario.
La solemnidad del Domingo de Ramos, el día 20, fue iniciada también en la planicie consagrada a San José. Allí fue la bendición de las palmas como señal de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén y el inicio de la Semana Santa con la celebración de la Eucaristía al pie del Santuario. 


Misericordia y poder

Un tema tan audaz como actual: Misericordia y poder. "Toda forma de poder sea servicio, justicia y misericordia, como Jesús", dice  el Papa. Toda forma de poder en el estado, en el mundo del trabajo, en la iglesia, en los movimientos, en la comunicación sea servicio, justicia y misericordia. Un desafío. Lo que Francisco plantea, interpela a la realidad en muchos países, en partes de la iglesia, en tantos lugares de trabajo, en tantos medios.

Hoy, en el camino cuaresmal del Año de la Misericordia, hagamos examen de conciencia y preguntémonos cuánto influye la tentación de abusar del poder sobre los demás o de aprovechar de privilegios, en nuestro modo de pensar, de valorar y de actuar. Miremos a Jesús, que se hizo siervo obediente del Padre y de los hombres y aprendamos a servir a todos aquellos que tienen necesidad de nuestra ayuda."

 

El Papa Francisco nos recuerda que en diversos pasajes se habla de los potentes, de los reyes, de los hombres que están "en lo alto", y también de su arrogancia y de sus prepotencias. La riqueza y el poder son realidades que pueden ser buenas y útiles al bien común, si son puestos al servicio de los pobres y de todos, con justicia y caridad. Pero, como muchas veces sucede, si son vividas como privilegio, con egoísmo y prepotencia, se transforman en instrumentos de corrupción y de muerte.
De hecho, el Libro del Levítico prescribe: «La tierra no podrá venderse definitivamente, porque la tierra es mía, y ustedes son para mí como extranjeros y huéspedes» (Lev 25,23). La tierra es sagrada, porque es un don del Señor, que como tal va cuidada y conservada, en cuanto signo de la bendición divina que pasa de generación en generación y garantía de dignidad para todos.
Jesús, recordando estas cosas, nos dice: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo» (Mt 20,25-27). Si se pierde la dimensión del servicio, el poder se transforma en arrogancia y se convierte en dominio y atropello.
Un texto del profeta Isaías es particularmente iluminante al respecto. En ello, el Señor advierte contra la avidez de los ricos latifundistas que quieren poseer siempre más casas y terrenos. Y dice el profeta Isaías: «¡Ay de los que acumulan una casa tras otra y anexionan un campo a otro, hasta no dejar más espacio y habitar ustedes solos en medio del país!» (Is 5,8). Y el profeta Isaías ¡no era comunista!
La misericordia puede sanar las heridas y puede cambiar la historia. ¡Abre tu corazón a la misericordia! La misericordia divina es más fuerte del pecado de los hombres Jesucristo con su cercanía y ternura lleva a los pecadores al espacio de la gracia y del perdón. Y esta es la misericordia de Dios.
(Tomado de: schoenstatt.org)