miércoles, 1 de abril de 2015

En la celebración del triduo pascual, el Papa recuerda a Juan Pablo II en el décimo aniversario de su muerte

«La piedra del dolor fue removida dejando espacio a la esperanza»: es la evocadora imagen elegida por el Papa Francisco para describir «el gran misterio de la Pascua», la clave de lectura para vivir el triduo santo.

La víspera del inicio de las celebraciones pascuales, el Pontífice dedicó la audiencia general a lo que es «el ápice de todo el año litúrgico» y, añadió inmediatamente, «también el ápice de nuestra vida cristiana». Porque, explicó a los numerosos fieles presentes en la plaza de San Pedro, «nuestra vida no acaba ante la piedra de un sepulcro»; al contrario «va más allá con la esperanza en Cristo que resucitó precisamente de ese sepulcro».
Por lo demás, dijo también el Papa Francisco, «Jesús, con su Sacrificio, transformó la más grande iniquidad en el más grande amor». Por eso «a lo largo de los siglos» hubo y sigue habiendo «hombres y mujeres que con el testimonio de su vida reflejan un rayo de este amor perfecto, pleno, incontaminado».
Y, al respecto, quiso recordar la figura de «don Andrea Santoro, sacerdote de la diócesis de Roma y misionero en Turquía», asesinado en Trebisonda en 2006, definiéndolo «un heroico testigo de nuestros días. Y también hoy —destacó en uno de las numerosos añadidos al texto preparado— hay muchos hombres y mujeres, auténticos mártires, que ofrecen su vida con Jesús para confesar la fe, sólo por este motivo».

De aquí la invitación conclusiva a celebrar la Pascua no con «la nostalgia de quien dice "a estas alturas"», sino con la «esperanza de quien se abre a un presente lleno de futuro».

Sucesivamente, al saludar como de costumbre a los diversos grupos de fieles, el Papa Francisco recordó el décimo aniversario de la muerte de Juan Pablo II, que se conmemora el 2 de abril.
El Papa Wojtyła, afirmó, fue un «gran Testigo de Cristo que sufre, muerto y resucitado». Y exhortó a dirigirse a él en la oración para que interceda «por nosotros, por las familias, por la Iglesia, para que la luz de la resurrección resplandezca sobre todas las sombras de nuestra vida».
(Fuente: L'Osservatore Romano)

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