miércoles, 7 de enero de 2015

Los objetivos y expectativas del Papa al dedicar el presente año a la vida consagrada

Los objetivos

Para vivir plenamente este Año, afirma el Santo Padre, es necesario mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar con esperanza el futuro.

El pasado no para "hacer arqueología o cultivar nostalgias inútiles" sino para recordar los propios inicios "es un modo de mantener viva la identidad" y fortalecer la unidad de la familia. Y es un modo también para descubrir "incoherencias, fruto de las debilidades humanas, a veces quizá también el olvido de algunos aspectos esenciales del carisma", conscientes sin embargo que "todo es instructivo e junto se convierte en llamamiento a la conversión".

Observar el presente es útil sin embargo para entender si el Evangelio es realmente elvademecum para la vida y las elecciones de cada día, explica el Santo Padre. Porque "no basta leerlo (lectura y estudia son de extrema importancia), no basta meditarlo (y lo hacemos con alegría cada día). Jesús nos pide actuar, vivir sus palabras.

Además, prosigue el Pontífice, "el Año de la Vida Consagrada nos interroga sobre la fidelidad  a la misión que se nos ha confiado", para debatir si los ministros y las obras cumplidas hasta ahora "responden a cuanto el Espíritu ha pedido a nuestros fundadores" y "son adecuados para perseguir las finalidades en la sociedad y en la Iglesia de hoy". "vivir el presente con pasión -prosigue Francisco- significa convertirse en expertos de comunión".

Y "en una sociedad del enfrentamiento, de la convivencia difícil entre culturas diferentes, de la opresión sobre los más débiles, de las desigualdades", es fundamental mostrar "un modelo concreto de comunidad" que vive en "relaciones fraternas" según "la mística del encuentro".

Hablando del futuro, el Papa enumero las dificultades a las que enfrenta la vida consagrada: la disminución de las vocaciones y el envejecimiento, los problemas económicos de la crisis financiera mundial, la internacionalización y la globalización, el relativismo, la marginación, la irrelevancia social... Aún así, afirma, "precisamente en estas incertidumbres actúa nuestra esperanza".

Una esperanza que "no se funda en número u obras, sino en Aquel en el hemos puesto nuestra confianza y para el que nada es imposible".

Por eso, recomienda el Pontífice, "no cedáis a las tentaciones de los números y de la eficiencia, y menos aún a la de confiar en las propias fuerzas". La invitación va sobre todo a los jóvenes que son el "presente", porque ofrecen "una contribución determinante con la frescura y la generosidad" de su elección, y al mismo tiempo el futuro "por pronto seréis llamados a tomar en vuestras manos la guía de la animación, de la formación, del servicio, de la misión".

Las expectativas

En la segunda parte de la carta, el Obispo de Roma inicia con una pregunta: "¿Qué me espero en particular de este Año de gracia de la Vida consagrada?" Sobre todo, escribe, "que sea siempre verdadero que donde hay religiosos hay alegría".

Esto significa que "estamos llamados a mostrar que Dios es capaz de colmar nuestro corazón y de hacernos felices, sin necesidad de buscar más allá nuestra felicidad". Y que tal alegría se alimente con "la auténtica fraternidad vivida en nuestra comunidad" y con el "don total en el servicio de la Iglesia, de las familias, de los jóvenes, de los ancianos, de los pobres".

"Que entre nosotros no se vean rostros tristes, personas descontentas e insatisfechas", recomienda el Papa. Cierto -admite- "también nosotros, como todos los otros hombres y mujeres, tenemos dificultades, noches del espíritu, desilusiones, enfermedades, pérdida de las fuerzas debido a la vejez".

Precisamente en esto es necesario encontrar la "perfecta alegría" de forma que "en una sociedad que ostenta el culto de la eficiencia, de la salud, del éxito", se pueden concretizar las palabras de san Pablo: "Cuando soy débil, es entonces que soy fuerte".

No olvidemos que "la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción", recuerda Francisco citando la Evangelii gaudium. Por tanto "la vida consagrada no crece si organizamos campañas vocacionales bonitas, sino si los jóvenes que nos ven se siente atraídos por nosotros, si nos ven hombre y mujeres felices".

Con esta misma alegría los consagrados están llamados a "despertar el mundo" y a ser "profetas". En tal perspectiva, monasterios, comunidades, centros de espiritualidad, ciudadelas, escuelas, hospitales, casas-familia, deben convertirse cada vez más en "la levadura para una sociedad inspirada en el Evangelio".

De nuevo, un llamamiento a la "comunión" que se ejercita sobre todo dentro de las respectivas comunidades del Instituto. Aquí -subraya el Pontífice- actitudes como críticas, chismes, envidias, celos, antagonismos "no tienen el derecho de habitar". Mientras tienen plena residencia la acogida y la atención recíproca, la comunión de bienes materiales y espirituales, la corrección fraterna y el respeto de las personas más débiles".

Considerada dentro del propio Instituto, tal comunión se abre después al exterior, teniendo en cuenta sobre todo la relación entre personas de culturas diferentes y  el de con miembros de distintos Institutos. "¿No podría ser este Año la ocasión para salir con mayor valentía de los confines de los propios Institutos para elaborar juntos, a nivel local y global, proyectos comunes de formación, de evangelización, de intervenciones sociales?", sugiere Francisco. De esta forma nos preservaríamos "de la enfermedad de la autoreferencialidad".

La invitación, por tanto, es la típicamente 'bergogliana': Salir de sí mismo para ir a las periferias existenciales. Porque "hay una humanidad entera que espera": personas que "han perdido toda esperanza, familias en dificultad, niños abandonados, jóvenes a los que se les embarga cualquier futuro, enfermos y ancianos abandonados, ricos saciados de bienes y con vacío en el corazón, hombres y mujeres en búsqueda del sentido de la vida, sediento de lo divino...".

Frente a tal enfrentamiento generalizado no nos podemos dejar "asfixiar por las pequeñas riñas de casa" o por los problemas personales. "Estos -asegura el Papa- se resolverán si vais fuera y ayudar a los otros a resolver sus problemas y a anunciar la buena noticia. Encontraréis la vida dando vida, la esperanza dando esperanza, el amor amando".

Todo esto debe traducirse en gestos concretos "de acogida de los refugiados, de cercanía a los pobres, de creatividad en la catequesis, en el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración". Y también en la "racionalización de las estructuras" y en la "reutilización de las grandes casas a favor de obras que respondan más a las actuales exigencias de la evangelización y de la caridad". 


EL MILAGRO DE LA NOCHE BUENA

Siempre es bueno repasar la historia, y la nuestra, la de Schöenstatt, es una llena de tanta presencia del Espíritu Santo. Es una historia colmada de bendiciones y de una mirada profética, la mirada de nuestro Padre y Fundador: P. José Kentenich.  

 En el 1941 cuando fue arrestado por la Gestapo en la  Alemania nazi  la preocupación  y la nostalgia de una Hermana de María, hermana Mariengard, la lleva a redactar una carta al Niño Jesús para pedirle la liberación del padre. Ella ansiaba que el Padre pasara la Navidad con ellas. Su superiora al ver la carta se la envía al Padre Kentenich y éste la contesta como si fuera la respuesta de Niño Jesús. Lo que mueve estos corazones a una vinculación tan estrecha es definitivamente el amor. De un lado el amor filial, de otro el amor de Padre. El resto de la historia todos la conocemos. 

El fruto de este Milagro de la Noche Buena: El jardín de María. El Niño Jesús ha pedido a la hermana Mariengard construir el Jardín de María, donde se trabajara ardientemente por la liberación del Padre y se ofreciera capital de gracias abundantes sacrificios y entrega por tan loable causa. La Historia no se detiene para Schöenstatt y un segundo Milagro de la Noche Buena fue necesario: La liberación del Padre del exilio al que fue enviado a Milwaukee. Una vez más se activa el Jardín de María y en la Navidad del 1965 regresa en la Noche Buena a Schöenstatt. 

Esto sugiere, a la Familia de Schöenstatt, a continuar, como el Jardín de  María, pidiendo que el Niño Dios regale a todos un corazón lleno del amor del Padre Dios y la pronta canonización del P. José Kentenich.

Diácono Francisco Lugo
 

LA GRANDEZA DEL 20 DE ENERO DE 1942 (2DO HITO)

En septiembre de 1939 comienza la Segunda Guerra Mundial contra Adolfo Hitler y el ejército alemán Nazi.  Con ello las atrocidades  de la guerra, especialmente el genocidio del pueblo judío en Europa, pero también de todo aquel que fuese una amenaza como lo eran sus opositores, sacerdotes y religiosos. El Padre José Kentenich era un reconocido y respetado sacerdote que  entre otras actividades, ofrecía retiros espirituales a las comunidades sacerdotales en Alemania y era Fundador de un novel movimiento católico. 

No tardó mucho en ser apresado, ocurriendo el 14 de septiembre de 1941. Estando en la cárcel es declarado apto para ir al campo de concentración de Dachau. Pero con la presión de las Hermanas Marianas se le abre la posibilidad de salvarse si pide un nuevo examen médico. Y el día 20 de enero, el Padre Kentenich toma la decisión de no aprovechar esa posibilidad e ir libremente a Dachau. Lo hace por amor y confianza en Dios. Su acción no sólo se convirtió en uno de los cuatro hitos de la historia del Movimiento, sino también en el eje de esa historia.  

No tanto por su acto heroico sino por haber captado la voluntad de Dios.  Ofrece su libertad exterior para conquistar la libertad interior de los hijos de Schöenstatt. Toma su cruz y nos invitó a tomar con él esa cruz, en solidaridad de destinos entre el Fundador y los miembros de toda la Familia.  

Su suerte descansaría en la voluntad de su Familia, el Jardín de María que cada miembro debía cultivar para alcanzar con sus acciones la santidad, y ayudar así al Padre Kentenich en su seguridad y su eventual liberación.  También este paso debía convencer definitivamente a la Familia que la Santísima Virgen era la dueña de la Obra, que Ella no la iba a abandonar.

William Rosaly
                                            

SCHOENSTATT: FAMILIA POSEEDORA DE UNA CULTURA DE ALIANZA

Terminamos de vivir la hermosa experiencia del nacimiento  del Niño Dios, un acontecimiento que nos ubica a todos en el proyecto de salvación que el Padre prometió realizar desde los inicios de la influencia del pecado en la vida del ser humano.   Los proyectos de salvación por parte de Dios se van desarrollando a base de la alianza entre Dios Creador y el hombre pecador.  Supone, en ocasiones, liberación física y, en otra, liberación espiritual; en ambas es necesario que Dios intervenga.   Durante el pasado mes de diciembre, nuestro Santuario de la Madre Tres Veces Admirable fue visitado por muchos miembros de nuestra Familia, el Señor Obispo Mons. Félix Lázaro y tantos peregrinos venidos de los distintos pueblos de la Isla y también de países extranjeros.  Nuestro hermoso lugar ha sido escenario de magnos
acontecimientos: la celebración de los 26 años de la bendición del santuario, la Cena Pan y Vino, todo el tiempo de Adviento y lo propio del tiempo de Navidad. Schöenstatt se define  como un movimiento eclesial, donde todos según su opción vocacional y coordinadamente en alianza, sirven a la Iglesia y a su misión y al mundo que Dios nos ha confiado.  Como sabemos, nuestra Familia nació en el año 1914, en plena guerra mundial. Una guerra que se transformó en cuna de un Schöenstatt «en salida», como dice el Papa Francisco, que sabe y debe responder hoy a su propuesta de salir «a la calle».  Salir del santuario del pequeño valle, de la propia comunidad, para llevar una esperanza que no es utópica, sino que se expresa con acciones concretas, proyectos evangelizadores que regalan vida al hombre y le devuelven su dignidad, esté donde esté. Si es en la "periferia", allí mismo, con todos los riesgos y peligros que conlleva.  El núcleo de la fundación de Schöenstatt es la «Alianza de Amor» con María, la Madre del Señor.  La Alianza de Amor genera cultura y cultura de Alianza es la forma original de expresar nuestro estilo de vida y de trabajo: nuestra vinculación a Dios, a las personas, a la naturaleza, a la cultura, a la Iglesia y al mundo, siempre basado en la Alianza de Amor. El compromiso con la cultura de alianza impulsa a Schöenstatt a salir desde los santuarios hacia las periferias existenciales para "santuarizar" el mundo, según la expresión del papa Francisco Después de haber tenido una muy feliz Navidad, a la Mater le pedimos que este año que iniciamos 2015 sea para toda nuestra Familia y la humanidad en general de muchas bendiciones.  
P. Hilario José Gutiérrez Burgos, Rector

La manifestación del Señor


Epifanía significa manifestación. El Padre manifiesta al Hijo de diferentes maneras a través de los Evangelios y la Comunidad de la Iglesia celebra la Epifanía en esos tres momentos importantes: la Epifanía de los Sabios de Oriente (Mt 2, 1-12), la Epifanía a San Juan Bautista en el Río Jordán y la Epifanía a sus discípulos y comienzo de la vida pública con el milagro de las Bodas de Caná.

En Navidad celebramos la primera de las Epifanías.  Una fiesta que tiene su origen en la Iglesia Oriental que, curiosamente, es la fiesta de la Encarnación. En Occidente, se celebra la Epifanía el 6 de enero, en la alegría de la revelación de Jesucristo al mundo pagano. Nos alegramos de que el mundo de los que todavía no creían en el Enviado reconozcan, finalmente, que Cristo es el Salvador de toda la humanidad.

De acuerdo a la tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a los Sabios de Oriente como hombres poderosos, posiblemente reyes de naciones al Oriente del Mediterráneo que, por su cultura y espiritualidad, cultivaban el conocimiento del ser humano, la naturaleza y los astros manteniendo el contacto con Dios. Desde el pasaje bíblico conocemos que vinieron de Oriente y ofrecieron al Niño de Belén oro, incienso y mirra. Y, de la tradición de los primeros siglos, se les dieron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar.

Alabemos al Señor que abre Su Amor a todas las naciones, que le reconocen como el Único Dios Enviado. Y que nuestra vida descubra, en el día a día de nuestra cotidianidad, los destellos de luz que brillan de la manifestación de Dios en los sencillos detalles de nuestra vida. Una Epifanía del Señor que no nos abandona y que se hace presente en nuestro caminar.

Alexandra Muñoz Pagán