sábado, 14 de marzo de 2015

"Es como vivir en carne propia la ruta de Jesús" en su vía crucis

La convocatoria y la aceptación a caminar por las estaciones del Vía Crucis, una guía del Padre José Kentenich en nuestro Santuario de Juana Díaz, hace aflorar nuestra fragilidad humana ante el reto de la subida por la empinada cuesta que conduce hacia este lugar de oración y devoción mariana.
Es como vivir en carne propia la ruta de Jesús hacia el lugar donde se hizo patente su gran Amor a nosotros. Agotamiento, sudor, piernas flojas y respirar profundo, pero sin marcha atrás para cumplir la misión encomendada por el Padre.

El padre Hilario José Gutiérrez, en su predicación en la Santa Misa que culminó el recorrido por las 15 estaciones, hizo hincapié en la Primera Caída de Jesús según la reflexión que nos dejó el Padre José Kentenich.

"Saber que Dios es misericordia y amor es para nosotros saber que El nos espera con los brazos abiertos y nos da la oportunidad de reincorporarnos". "Nos inquieta el pecado y creemos que Dios no nos perdona. Nos convertimos en verdugos de nosotros mismos. Si consideramos que Dios no nos perdona es porque no tenemos misericordia para con nosotros mismos y tampoco somos capaces de perdonarnos", puntualizó el rector de nuestro santuario.

"La caída a lo mejor hoy es mía y que alegre cuando encontramos un corazón generoso dispuesto a acompañarnos". "Pidamos al Señor que nos dé un sentido profundo de caridad para con los demás, pues lo necesitamos".

Aquí recordamos lo dicho por el P Kentenich: Hazme Padre ser un milagro de misericordia, pues soy débil y pequeño.

Precisamente, en su alocución el P. Hilario José hizo mención del anuncio del Año de la Misericordia, hecho por el Papa Francisco y que coincide con la fecha del próximo aniversario de nuestro Santuario de Juana Díaz, el 8 de diciembre entrante, la solemnidad de la Inmaculada Concepción. El Año de la Misericordia culminará el 20 de noviembre de 2016, con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

"Es importante que todos estemos al día en los mensajes que nos ofrece el Papa Francisco y los supongo enterados del anuncio que nos hizo", comentó en referencia al anuncio antes mencionado.

Veinte años de peregrinar


El Papa anuncia el Año Santo de la Misericordia

El Papa Francisco ha anunciado el, 13 de marzo de 2015, en la Basílica de San Pedro, la celebración de un Año Santo extraordinario. Este Jubileo de la Misericordia se iniciará el presente año con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica Vaticana durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016 con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. El Santo Padre, al inicio del año, exclamó: "Estamos viviendo el tiempo de la misericordia. Este es el tiempo de la misericordia. Hay tanta necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven a los diversos ambientes sociales. ¡Adelante!"
El anuncio se ha realizado en el segundo aniversario de la elección del Papa Francisco, durante la homilía de la celebración penitencial con la que el Santo Padre ha dado inicio a la 24 horas para el Señor, iniciativa propuesta por el Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización para promover en todo el mundo la apertura extraordinaria de las iglesias y favorecer la celebración del sacramento de la Reconciliación. El tema de este año ha sido tomado de la carta de San Pablo a los Efesios: "Dios rico en misericordia" (Ef 2,4).
La apertura del próximo Jubileo adquiere un significado especial ya que tendrá lugar en el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, ocurrida en 1965. Será por tanto un impulso para que la Iglesia continúe la obra iniciada con el Vaticano II.
Durante el Jubileo las lecturas para los domingos del tiempo ordinario serán tomadas del Evangelio de Lucas, conocido como "el evangelista de la misericordia". Dante Aligheri lo definía "scriba mansuetudinis Christi", "narrador de la mansedumbre de Cristo". Son bien conocidas las parábolas de la misericordia presentes en este Evangelio: la oveja perdida, la moneda extraviada, el padre misericordioso.
El anuncio oficial y solemne del Año Santo tendrá lugar con la lectura y publicación junto a la Puerta Santa de la Bula, el Domingo de la Divina Misericordia, fiesta instituida por San Juan Pablo II que se celebra el domingo siguiente a la Pascua.
Antiguamente, para los hebreos el jubileo era un año declarado santo, que recurría cada 50 años, y durante el cual se debía restituir la igualdad a todos los hijos de Israel, ofreciendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal. A los ricos, en cambio, el año jubilar les recordaba que llegaría el tiempo en el que los esclavos israelitas, llegados a ser nuevamente iguales a ellos, podrían reivindicar sus derechos. "La justicia, según la ley de Israel, consistía sobre todo en la protección de los débiles (S. Juan Pablo II, Tertio Millennio Adveniente 13).
La Iglesia católica inició la tradición del Año Santo con el Papa Bonifacio VIII, en el año 1300. Este Pontífice previó la realización de un jubileo cada siglo. Desde el año 1475 – para permitir a cada generación vivir al menos un Año Santo – el jubileo ordinario comenzó a espaciarse al ritmo de cada 25 años. Un jubileo extraordinario, en cambio, se proclama con ocasión de un acontecimiento de particular importancia.
Los Años Santos ordinarios celebrados hasta hoy han sido 26. El último fue el Jubileo del año 2000. La costumbre de proclamar Años Santos extraordinarios se remonta al siglo XVI. Los últimos de ellos, celebrados el siglo pasado, fueron el de 1933, proclamado por Pío XI con motivo del XIX centenario de la Redención, y el de 1983, proclamado por Juan Pablo II por los 1950 años de la Redención.
La Iglesia católica ha dado al jubileo hebreo un significado más espiritual. Consiste en un perdón general, una indulgencia abierta a todos, y en la posibilidad de renovar la relación con Dios y con el prójimo. De este modo, el Año Santo es siempre una oportunidad para profundizar la fe y vivir con un compromiso renovado el testimonio cristiano.
Con el Jubileo de la Misericordia,el Papa Francisco pone al centro de la atención el Dios misericordioso que invita a todos a volver hacia Él. El encuentro con Él inspira la virtud de la misericordia.
El rito inicial del jubileo es la apertura de la Puerta Santa. Se trata de una puerta que se abre solamente durante el Año Santo, mientas el resto de años permanece sellada. Tienen una Puerta Santa las cuatro basílicas mayores de Roma: San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María Mayor. El rito de la apertura expresa simbólicamente el concepto que, durante el tiempo jubilar, se ofrece a los fieles una "vía extraordinaria" hacia la salvación.
Luego de la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, serán abiertas sucesivamente las puertas de las otras basílicas mayores.
La misericordia es un tema muy sentido por el Papa Francisco quien ya como obispo había escogido como lema propio "miserando atque eligendo". Se trata de una cita tomada de las homilías de san Beda el Venerable, el cual, comentando el episodio evangélico de la vocación de San Mateo, escribe: "Vidit ergo lesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me" (Vio Jesús a un publicano, y como le miró con sentimiento de amor y le eligió, le dijo: Sígueme). Esta homilía es un homenaje a la misericordia divina. Una traducción del lema podría ser: "Con ojos de misericordia".
En el primer Angelus después de su elección, el Santo Padre decía que: "Al escuchar misericordia, esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia" (Angelus del 17 de marzo de2013).
También este año, en el Angelus del 11 de enero, manifestó: "Estamos viviendo el tiempo de la misericordia. Este es el tiempo de la misericordia. Hay tanta necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven a los diversos ambientes sociales. ¡Adelante!". Y en el mensaje para la Cuaresma del 2015, el Santo Padre escribe: "Cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia".

martes, 10 de marzo de 2015

Dios no es un espectáculo mundano, dice el Papa Francisco

El estilo de Dios es la «sencillez»: inútil buscarlo en el «espectáculo mundano». También en nuestra vida él actúa siempre «en la humildad, en el silencio, en las cosas pequeñas». Esta es la reflexión cuaresmal que el Papa Francisco quiso proponer en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta el lunes 9 de marzo.
Como de costumbre, el Pontífice partió de la liturgia de la palabra en la que, observó, «existe una palabra común» en las dos cartas: «la ira; la indignación». En el Evangelio de san Lucas (4, 24-30) se narra el episodio donde «Jesús vuelve a Nazaret, va a la sinagoga y comienza a hablar». En un primer momento «toda la gente lo escuchaba con amor, feliz» y estaba asombrada de las palabras de Jesús: «estaban contentos». Pero Jesús prosigue en su discurso «y reprende la falta de fe de su pueblo; recuerda cómo esta falta es también histórica» haciendo referencia al tiempo de Elías (cuando –recordó el Papa– «habían tantas viudas», pero Dios envió al profeta «a un viuda de un país pagano») y a la purificación de Naamán el sirio, narrada en la primera lectura del segundo libro de los Reyes (5, 1-15).
Inicia así la dinámica entre las expectativas de la gente y la respuesta de Dios que estuvo en el centro de la homilía del Pontífice. En efecto, explicó el Papa Francisco, mientras la gente «oía con gusto lo que decía Jesús», a alguien «no le gustó lo que decía» y «quizá algún hablador se alzó y dijo: ¿pero este de qué viene a hablarnos? ¿Dónde estudió para que nos diga estas cosas? Que nos haga ver su licenciatura. ¿En qué universidad estudió? Este es el hijo del carpintero y lo conocemos bien».
Explotan así «la furia» y «la violencia»: se lee en el Evangelio que «lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio del monte» para despeñarlo. Pero, se preguntó el Pontífice, «la admiración, el estupor» ¿cómo pasaron «a la ira, a la furia, a la violencia?». Es lo que sucede también al general sirio de quien se escribe en el segundo libro de los Reyes: «Este hombre tenía fe, sabía que el Señor lo curaría. Pero cuando el profeta le dice "ve, báñate", se indigna». Tenía otras expectativas, explicó el Papa, y en efecto pensaba en Eliseo: «Al estar de pie, invocará el nombre del Señor su Dios, agitará su mano hacia la parte enferma y me quitará la lepra... Pero nosotros tenemos ríos más hermosos que el Jordán». Y así se marcha. Sin embargo, «los amigos le hacen entrar en razón» y, tras regresar, se cumple el milagro.
Dos experiencias distantes en el tiempo pero muy similares: «¿Qué quería esta gente, estos de la sinagoga, y este sirio?» preguntó el Papa Francisco. Por una parte «a los de la sinagoga Jesús les reprende la falta de fe», tanto que el Evangelio subraya cómo «Jesús allí, en ese lugar, no hizo milagros, por la falta de fe». Por otro, Naamán «tenía fe, pero una fe especial». En cualquier caso, destacó el Papa Francisco, todos buscaban lo mismo: «Querían el espectáculo». Pero «el estilo del buen Dios no es hacer el espectáculo: Dios actúa en la humildad, en el silencio, en las cosas pequeñas». No por casualidad, al sirio, «la noticia de la posible curación le llega de una esclava, una joven, que era la criada de su mujer, de una humilde jovencita». Al respecto comentó el Papa: «Así va el Señor: por la humildad. Y si vemos toda la historia de la salvación, encontraremos que siempre el Señor hace así, siempre, con las cosas sencillas».
Para hacer comprender mejor este concepto, el Pontífice hizo referencia a otros diversos episodios de las Escrituras. Por ejemplo, observó, «en la narración de la creación no se dice que el Señor cogiera la varita mágica», no dijo: «Hagamos al hombre» y el hombre fue creado. Dios, en cambio, «lo hizo con el barro y su trabajo, sencillamente». Y, así, «cuando quiso liberar a su pueblo, lo liberó a través de la fe y la confianza de un hombre, Moisés». Del mismo modo, «cuando quiso hacer caer la poderosa ciudad de Jericó, lo hizo a través de una prostituta». Y «también para la conversión de los samaritanos, pidió el trabajo de otra pecadora».
En realidad, el Señor desplaza siempre al hombre. Cuando «invitó a David a luchar contra Goliat, parecía una locura: el pequeño David ante aquel gigante, que tenía una espada, tenía tantas cosas, y David solamente la honda y las piedras». Lo mismo sucede «cuando dijo a los Magos que había nacido precisamente el rey, el gran rey». ¿Qué encontraron? «Un niño, un establo». Por lo tanto, destacó el obispo de Roma, «las cosas simples, la humildad de Dios, este es el estilo divino, nunca el espectáculo».
Por lo demás, explicó, la del «espectáculo» fue precisamente «una de las tentaciones de Jesús en el desierto». Satanás le dijo, en efecto: «Ven conmigo, subamos al alero del templo; tú te tiras y todos verán el milagro y creerán en ti». El Señor, en cambio, se revela «en la sencillez, en la humildad».
Entonces, concluyó el Papa Francisco, «nos hará bien en esta Cuaresma pensar en nuestra vida sobre cómo el Señor nos ayudó, cómo el Señor nos hizo seguir adelante, y encontraremos que siempre lo hizo con cosas sencillas». Incluso podrá parecernos que todo sucedió «como si fuera una casualidad». Porque «el Señor hace las cosas sencillamente. Te habla silenciosamente al corazón». Resultará útil, por lo tanto, en este período recordar «Las numerosas veces» en las que en nuestra vida «el Señor nos visitó con su gracia» y hemos entendido que la humildad y la sencillez son su «estilo». Esto, explicó el Papa, vale no solamente en la vida diaria, sino también «en la celebración litúrgica, en los sacramentos», en los cuales «es bello que se manifieste la humildad de Dios y no el espectáculo mundano». (Fuente: L'Osservatore Romano)