jueves, 1 de enero de 2015

Cristo y su Madre son inseparables, recuerda el Papa

En la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, en que también se celebra la 48ª Jornada Mundial de la paz cuyo tema es "Ya no esclavos, sino hermanos", tal como lo escribe el Papa Francisco en su mensaje, a las 10,00, en la Basílica Vaticana el Pontífice presidió la celebración de la Santa Misa.
En su homilía el Obispo de Roma recordó las palabras con las que Isabel pronunció subendición sobre la Virgen Santa: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?". Y explicó que esta bendición está en continuidad con la bendición sacerdotal que Dios había sugerido a Moisés para que la transmitiese a Aarón y a todo el pueblo: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz".
El Papa Bergoglio destacó que con esta celebración la Iglesia nos recuerda que María es la primera destinataria de esta bendición, puesto que en ella se cumple, como en ninguna otra criatura, el haber visto brillar sobre ella el rostro de Dios, el Verbo eterno, a fin de que todos lo puedan contemplar.
Además de contemplar el rostro de Dios – explicó el Santo Padre – también podemos alabarlo y glorificarlo como los pastores, que volvieron de Belén con un canto de acción de gracias después de ver al niño y a su joven madre. Y destacó que ambos estaban juntos, como lo estuvieron en el Calvario, porque Cristo y su Madre son inseparables.
Tras destacar que María está tan unida a Jesús porque él le ha dado el conocimiento del corazón, el conocimiento de la fe, alimentada por la experiencia materna y el vínculo íntimo con su Hijo, Francisco afirmó que la Santísima Virgen es la mujer de fe que dejó entrar a Diosen su corazón, en sus proyectos; es la creyente capaz de percibir en el don del Hijo el advenimiento de la «plenitud de los tiempos», en el que Dios entró personalmente en el surco de la historia de la salvación.
Del mismo modo,  Cristo y la Iglesia son inseparables, dijo también el Papa y no se puede entender la salvación realizada por Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia. De ahí que afirmara que separar a Jesús de la Iglesia sería introducir una "dicotomía absurda", como escribió el beato Pablo VI.
"Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros", afirmó el Pontífice y añadió que es la Iglesia quien lo anuncia y es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos, lo que, además, expresa su maternidad. De ahí que destacara que ninguna manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo.
El Papa concluyó su homilía con el deseo de que esta madre dulce y premurosa nos obtenga la bendición del Señor para toda la familia humana. De manera especial hoy – dijo – Jornada Mundial de la Paz, invocamos su intercesión para que el Señor nos de la paz en nuestros días: paz en nuestros corazones, paz en las familias, paz entre las naciones; a la vez que recordó que este año, en concreto, el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz lleva por título: "Ya no más esclavos, sino hermanos".
"Todos – dijo Francisco al concluir – estamos llamados a ser libres, todos a ser hijos y, cada uno de acuerdo con su responsabilidad, a luchar contra las formas modernas de esclavitud. Desde todo pueblo, cultura y religión, unamos nuestras fuerzas. Que nos guíe y sostenga Aquel que para hacernos a todos hermanos se hizo nuestro servidor". (María Fernanda Bernasconi - (RV). 
Homilía del Santo Padre Francisco:
Vuelven hoy a la mente las palabras con las que Isabel pronunció su bendición sobre la Virgen Santa: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1, 42-43).
Esta bendición está en continuidad con la bendición sacerdotal que Dios había sugerido a Moisés para que la transmitiese a Aarón y a todo el pueblo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6, 24-26). Con la celebración de la solemnidad de María, Madre de Dios, la Iglesia nos recuerda que María es la primera destinataria de esta bendición. Se cumple en ella, pues ninguna otra criatura ha visto brillar sobre ella el rostro de Dios como María, que dio un rostro humano al Verbo eterno, para que todos lo puedan contemplar.
Además de contemplar el rostro de Dios, también podemos alabarlo y glorificarlo como los pastores, que volvieron de Belén con un canto de acción de gracias después de ver al niño y a su joven madre (cf. Lc 2,16). Ambos estaban juntos, como lo estuvieron en el Calvario, porqueCristo y su Madre son inseparables: entre ellos hay una estrecha relación, como la hay entre cada niño y su madre. La carne de Cristo, que es el eje de la salvación (Tertuliano), se ha tejido en el vientre de María (cf. Sal 139,13). Esa inseparabilidad encuentra también su expresión en el hecho de que María, elegida para ser la Madre del Redentor, ha compartido íntimamente toda su misión, permaneciendo junto a su hijo hasta el final, en el Calvario.
María está tan unida a Jesús porque él le ha dado el conocimiento del corazón, el conocimiento de la fe, alimentada por la experiencia materna y el vínculo íntimo con su Hijo. La Santísima Virgen es la mujer de fe que dejó entrar a Dios en su corazón, en sus proyectos; es la creyente capaz de percibir en el don del Hijo el advenimiento de la «plenitud de los tiempos» (Ga 4,4), en el que Dios, eligiendo la vía humilde de la existencia humana, entró personalmente en el surco de la historia de la salvación. Por eso no se puede entender a Jesús sin su Madre.
Cristo y la Iglesia son igualmente inseparables, porque la Iglesia y María van siempre juntas y esto es precisamente el misterio de la mujer en la comunidad eclesial y no se puede entender la salvación realizada por Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia. Separar a Jesús de la Iglesia sería introducir una «dicotomía absurda», como escribió el beato Pablo VI (cf. Exhort. ap. N. Evangelii nuntiandi, 16). No se puede «amar a Cristo pero sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, estar en Cristo pero al margen de la Iglesia» (ibíd.). En efecto, la Iglesia, la gran familia de Dios, es la que nos lleva a Cristo. Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros. ¿Dónde lo podemos encontrar? Lo encontramos en la Iglesia, en nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica. Es la Iglesia la que dice hoy: «Este es el Cordero de Dios»; es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos.
Esta acción y la misión de la Iglesia expresa su maternidad. Ella es como una madre que custodia a Jesús con ternura y lo da a todos con alegría y generosidad. Ninguna manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo.
Queridos hermanos y hermanas. Jesucristo es la bendición para todo hombre y para toda la humanidad. La Iglesia, al darnos a Jesús, nos da la plenitud de la bendición del Señor. Esta es precisamente la misión del Pueblo de Dios: irradiar sobre todos los pueblos la bendición de Dios encarnada en Jesucristo. Y María, la primera y perfecta discípula de Jesús, la primera y perfecta creyente modelo de la Iglesia en camino, es la que abre esta vía de la maternidad de la Iglesia y sostiene siempre su misión materna dirigida a todos los hombres. Su testimonio materno y discreto camina con la Iglesia desde el principio. Ella, la Madre de Dios, es también Madre de la Iglesia y, a través de la Iglesia, es Madre de todos los hombres y de todos los pueblos.
Que esta madre dulce y premurosa nos obtenga la bendición del Señor para toda la familia humana. De manera especial hoy, Jornada Mundial de la Paz, invocamos su intercesión para que el Señor nos de la paz en nuestros días: paz en nuestros corazones, paz en las familias, paz entre las naciones. Este año, en concreto, el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz lleva por título: «No más esclavos, sino hermanos». Todos estamos llamados a ser libres, todos a ser hijos y, cada uno de acuerdo con su responsabilidad, a luchar contra las formas modernas de esclavitud. Desde todo pueblo, cultura y religión, unamos nuestras fuerzas. Que nos guíe y sostenga Aquel que para hacernos a todos hermanos se hizo nuestro servidor.
Miremos a María,  contemplemos a la Santa Madre de Dios. Y quisiera proponerles que la saludáramos juntos, como hizo aquel valeroso pueblo de Éfeso, que gritaba ante sus pastores cuando entraban en la iglesia: "¡Santa Madre de Dios!". Qué hermoso saludo para nuestra Madre…
Dice una historia, no sé si es verdadera, que algunos, entre aquella gente, tenían bastones en sus manos, quizás para hacer comprender a los Obispos lo que les habría sucedido si no hubieran tenido el coraje de proclamar a María "Madre de Dios".
Invito a todos ustedes, sin bastones, a alzarse y a saludarla tres veces,  de pie, con este saludo de la Iglesia primitiva: "¡Santa Madre de Dios!".
(Fuente: Radio Vaticana)

martes, 30 de diciembre de 2014

Recordatorio

El P. Hilario José, Rector del Santuario de Schoenstatt de Juana Díaz, nos recuerda que la Misa de Fin de Año (31 de diciembre) comenzará a las 7:30 de la noche, mientras que la Celebración Eucarística del Año Nuevo (1 de enero de 2015) se iniciará a las 8:30 de la mañana.
Les esperamos.

¡Visitemos en familia a la Mater y al Niño Jesús en el santuario en este tiempo de gran celebración por la Natividad del Señor!
El Santuario está abierto desde las 5 de la madrugada.

Mantengamos firme nuestro compromiso de amor con nuestra Madre y Reina, y pidamos a Dios que nos ayude a mantener vivo el espíritu de nuestra misión apostólica en la Iglesia y el mundo.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Alianza de Amor: Rama Madres y Señoras

El pasado, sábado, 18 de octubre de 2014, un grupo de damas sellamos nuestra Alianza de Amor con La Mater, luego de algunos años de preparación.  Sin embargo, el tiempo transcurrió de forma tan amena y espiritualmente fructífera que el tiempo de preparación para todas fue algo secundario, algo que nunca estuvimos midiendo. 
En el grupo siempre enfatizamos sobre la necesidad de reunirnos para dar seguimiento a los talleres, discutir lecturas y exponer vivencias que son las cosas que hemos identificado nos ayudan a crecer, nos ayudan a ir definiendo y redefiniendo nuestros respectivos propósitos en la vida y cómo nuestros actos nos llevan a ser mejores personas cada día, cómo podemos desde nuestras realidades personales y familiares servirle de instrumento a La Mater y abrirnos para recibir las gracias que ella nos otorga.
 
Nuestro lema es: "Fiat a La Mater como custodia viva".
Los talleres de formación incluyeron temas tales como:
·         La Fe Práctica En La Divina Providencia, en cual con ejemplos sencillos pero profundos nos ayudó a desarrollar mejor comprensión sobre el mensaje de Dios que es todo amor, como por amor provee; como si imitamos a María en la convicción profunda con ella dio su Fiat, podemos experimentar en nosotras mismas la experiencia de conducción divina en medio de circunstancias muy ordinarias.
·         Equilibrio Interior – Durante este taller discutimos nueve pasos sugeridos por el Padre Kentenich para encontrar el equilibrio interior con los cuales pudimos discutir y analizar cómo los más diversos tipos de mujeres podemos desenvolvernos y desarrollarnos teniendo como brújula a María, superando los que nos falta en fortaleza natural por medio de una creciente conexión con el poder de Dios. 
·         La Transformación Interior – Es taller más que cualquier otra cosa fue una invitación a ponderar y meditar sobre nosotras mismas, sobre nuestro proyecto de vida, sobre esa mujer que anhelamos ser.  Este taller nos ayudó a creer que podemos ser mejores cambiando interiormente, no siendo nuestro propio obstáculo en el proceso de transformación.
·         Ideal personal – Por medio de este taller aprendimos la urgencia de la autoeducación y de afirmar la convicción de mantener un serio y vivo esfuerzo por la santidad en la vida diaria.
·         Análisis y discusión del libro: Un profeta de María – La lectura y discusión de este libro no solo nos ha permitido conocer la vida del Padre Fundador José Kentenich sino que es fuente de inspiración para la vida todos en El Movimiento.
 
El sellar la Alianza de Amor, el 18 de octubre de 2014, fue un gran regalo. En primera instancia porque aunque todas aspirábamos a sellar nuestra alianza, no esperábamos que fuese en una fecha tan significativa para el Movimiento. Hemos sellado nuestra Alianza de Amor en la celebración del centenario del movimiento y esto no sobrepone un reto para continuar promoviendo el movimiento schoenstattiano y cada una nuestro crecimiento espiritual, ya que sellar la Alianza de Amor no presupone un fin sino solo un paso adicional en nuestra vida.
 
Más que reseñar nuestra Alianza de Amor, con este escrito queremos inspirar a otros a iniciarse en el camino de formación para la misma, por eso la descripción breve de algunos de los talleres de formación.  En este camino de formación descubrirán abundantes y edificantes lecciones que serán el punto de no retorno para aquellos que una vez inician su transformación deciden no ser su propio obstáculo para continuar en la dirección que conduce a Dios.  Adentrarse en el movimiento schoentattiano es aprender por medio de La Tres Veces Admirable Madre y Vencedora de Schoenstatt cómo acercarnos a Dios, cómo agradar a Dios, cómo darle el Sí (Fiat) a Dios como lo hizo La Virgen María…estás invitado.

(Colaboración: Alicia Santiago Díaz)