Epifanía significa manifestación. El Padre manifiesta al Hijo de diferentes maneras a través de los Evangelios y la Comunidad de la Iglesia celebra la Epifanía en esos tres momentos importantes: la Epifanía de los Sabios de Oriente (Mt 2, 1-12), la Epifanía a San Juan Bautista en el Río Jordán y la Epifanía a sus discípulos y comienzo de la vida pública con el milagro de las Bodas de Caná.
En Navidad celebramos la primera de las Epifanías. Una fiesta que tiene su origen en la Iglesia Oriental que, curiosamente, es la fiesta de la Encarnación. En Occidente, se celebra la Epifanía el 6 de enero, en la alegría de la revelación de Jesucristo al mundo pagano. Nos alegramos de que el mundo de los que todavía no creían en el Enviado reconozcan, finalmente, que Cristo es el Salvador de toda la humanidad.
De acuerdo a la tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a los Sabios de Oriente como hombres poderosos, posiblemente reyes de naciones al Oriente del Mediterráneo que, por su cultura y espiritualidad, cultivaban el conocimiento del ser humano, la naturaleza y los astros manteniendo el contacto con Dios. Desde el pasaje bíblico conocemos que vinieron de Oriente y ofrecieron al Niño de Belén oro, incienso y mirra. Y, de la tradición de los primeros siglos, se les dieron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar.
Alabemos al Señor que abre Su Amor a todas las naciones, que le reconocen como el Único Dios Enviado. Y que nuestra vida descubra, en el día a día de nuestra cotidianidad, los destellos de luz que brillan de la manifestación de Dios en los sencillos detalles de nuestra vida. Una Epifanía del Señor que no nos abandona y que se hace presente en nuestro caminar.
Alexandra Muñoz Pagán
Alexandra Muñoz Pagán
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