(Basada en escritos del Padre Jose Kentenich y
la Carta Enciclica Lumen Fidei)
Hoy día estamos tan disponibles: a través del celular, del skype, de facetime. Esta tecnología se ha convertido en nuestros ídolos. Y sabemos que esto tiene sus consecuencias. ¿Pero cómo ha afectado nuestra vida de fe?
El Papa Benedicto nos dice en Lumen Fidei
En lugar de tener fe en Dios, se prefiere adorar al ídolo, cuyo rostro se puede mirar, cuyo origen es conocido, porque lo hemos hecho nosotros. Ante el ídolo, no hay riesgo de que este nos haga salir de las propias seguridades, porque los ídolos « tienen boca y no hablan » (Sal 115,5). Vemos entonces que los ídolos son un pretexto para ponerse en el centro de la realidad, adorando la obra de las propias manos. LF
La idolatría no presenta un camino (certero), sino una multitud de senderos, que no llevan a ninguna parte, y forman más bien un laberinto. Quien no quiere fiarse de Dios se ve obligado a escuchar las voces de tantos ídolos que le gritan: « Fíate de mí ». La fe, en cuanto asociada a la conversión, es lo opuesto a la idolatría; es separación de los ídolos para volver al Dios vivo, mediante un encuentro personal. LF
- La persona pascual vive en una felicidad constante ante el Padre.
"¿Quién puede decir, creo tan profundamente que la fe me hace feliz? ¿Soy yo feliz en mi fe? Y ¡Cuán felices somos todos nosotros!, porque no sólo somos hijos de la fe, sino somos pequeños o grandes héroes de la fe,… buscando a Dios por doquier, encontrando a Dios por doquier, constantemente celebrando bodas con Él – dicho en sentido figurativo.
En la Carta Encíclica Lumen Fidei: Benedicto XVI explicó:
"La alegría, es el signo más evidente de la grandeza de la fe…Quien cree nunca está solo, porque la fe tiende a difundirse, a compartir su alegría con otros. Quien recibe la fe descubre que las dimensiones de su « yo » se ensanchan, y entabla nuevas relaciones que enriquecen la vida."
¿Porque tanta alegría en el corazón de la persona pascual? Por que la fuente de su alegría… es la certeza de ser amado por Dios, amado personalmente por nuestro Creador (Benedicto XVI)
*La alegría cristiana brota de la certeza: Dios está cerca, está conmigo, está con nosotros, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad. (Benedicto XVI)
*La alegría cristiana brota de esta certeza: Dios está cerca, está conmigo, está con nosotros, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad (Benedicto XVI, Ángelus, 16 de diciembre). (Porque) *Dios nos llena continuamente de alegría y de bienes. Su alegría es nuestra fuerza (Benedicto XVI Encuentro, 10 de mayo).
- La persona pascual vive en una fidelidad constante ante el Padre.
En la Carta Encíclica Lumen Fidei: Benedicto XVI explicó:
"…en la Biblia, verdad y fidelidad van unidas, y el Dios verdadero es el Dios fiel, aquel que mantiene sus promesas y permite comprender su designio a lo largo del tiempo.
La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos. Se queda en una bella fábula, proyección de nuestros deseos de felicidad, algo que nos satisface únicamente en la medida en que queramos hacernos una ilusión. O bien se reduce a un sentimiento hermoso, que consuela y entusiasma, pero dependiendo de los cambios en nuestro estado de ánimo o de la situación de los tiempos, e incapaz de dar continuidad al camino de la vida.
Como la Iglesia transmite una fe viva, han de ser personas vivas las que garanticen la conexión con el origen. La fe se basa en la fidelidad de los testigos que han sido elegidos por el Señor para esa misión. Fidelidad y obediencia a la Palabra que escucha, custodia y expone.
La fe no es un refugio para gente miedosa, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, que es más fuerte que todas nuestras debilidades."
El hombre fiel recibe su fuerza confiándose en las manos de Dios. Por que "Contamos con la fidelidad de Dios a sus promesas (cf. Hb 11,11)."
Vamos hacia la Pascua con Cristo Resucitado.
Pongamos todo nuestro sufrimiento personal, familiar, como pueblo...en el altar, en el santuario, con esperanza, "sabiendo que sólo en Dios, en el futuro que viene de Jesús resucitado, puede encontrar nuestra sociedad cimientos sólidos y duraderos. (Benedicto XVI -LF)
Creemos con esperanza. "Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque (esa luz) llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso. (Benedicto XVI -LF)
La fe en el Resucitado nos ensena "que Dios se ha hecho muy cercano a nosotros, que Cristo se nos ha dado como un gran don que nos transforma interiormente, que habita en nosotros, y así nos da la luz que ilumina el origen y el final de la vida, el arco completo del camino humano."
(Benedicto XVI -LF)
(Benedicto XVI -LF)
Los discípulos vieron a Jesús resucitado con sus propios ojos y creyeron, es decir, pudieron penetrar en la profundidad de aquello que veían para confesar al Hijo de Dios, sentado a la derecha del Padre.
Al final de Lumen Fidei el Santo Padre Benedicto XVI, dirige su oración a la Virgen:
Si la leemos atentamente podemos identificar la 4 características de la persona pascual que queremos encarnar y por lo cual le pedimos a nuestra Maestra y Educadora
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra,
para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos,
saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor,
para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él,
a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz,
cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo. Porque Dios es fiel!
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros,
hasta que llegue el día sin ocaso,
que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
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