Primera Parte
(Basada en escritos del Padre Jose Kentenich y
la Carta Enciclica Lumen Fidei)
Por Hermana Nancy Arroyo
El tiempo pascual comprende cincuenta días (en griego = "pentecostés") vividos y celebrados como un solo día: "Los cincuenta días que median entre el domingo de la Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo" (Normas Universales del Año Litúrgico, n 22). Es un tiempo que debemos vivirlo como hombres y mujeres pascuales. El Padre José Kentenich, Fundador del Movimiento de Schoenstatt, nos hablaba de la persona pascual, aquel que vive de la alegría y el misterio de la pascua todos los días de su vida. Exhortaba a su familia que se matriculara en "la escuela de la querida Madre de Dios para que ella nos enseñe el ideal de la persona pascual en todas las dimensiones, realizado visiblemente en la imagen de ella misma.
"¿Cómo se puede "celebrar con alegría y júbilo la Pascua como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo"? La Misa diaria nos da esa oportunidad. El Padre Kentenich explicaba "¿qué es lo más esencial de la Santa Misa? El sacrificio de la crucifixión se hace presente; ¡pero no solamente se hace presente el Viernes Santo, sino también el Domingo de la Resurrección! Ya en el Bautismo empezamos nuestra participación en la vida, muerte y transfiguración del Salvador. En la Santa Misa, esta participación se debe renovar infinitamente, preferiblemente todos los días, se debe profundizar, se debe completar."
Anhelamos sentir que a pesar de todos los vaivenes, de las altas y bajas, nuestra vida tiene sentido. El sentido de nuestra vida cristiana consiste "en la realización de nuestra participación de la vida sufriente y también de la vida transfigurada del Salvador; consiste en la realización de esta participación en todas las situaciones de nuestras vidas." PJK
En cuaresma acentuamos la vida sufriente de nuestro Salvador y ahora en el tiempo de Pascua en la "¡participación de manera sobresaliente y acentuada de la vida transfigurada del Salvador!... ¿Qué significa eso, cómo se debe ver la transfiguración? El Padre Kentenich explica: Las cualidades del cuerpo transfigurado del Salvador deben y tienen que llegar a ser cada día más las cualidades del alma transfigurada. ¿Cuáles son esas cualidades del alma transfigurada? ¿de la persona pascual?
1- Apertura ante el Padre Dios
2- Disponibilidad ante el Padre Dios,
3- Felicidad, alegría constante ante el Padre Dios,
4- Fidelidad constante al Padre Dios.
- La persona pascual debe vivir en una apertura constante ante el Padre.
En la Carta Encíclica Lumen Fidei (LF): Benedicto XVI explicó:
La salvación comienza con la apertura… a un don…que afirma la vida y protege la existencia. Sólo abriéndonos a este don y reconociéndolo, es posible ser transformados, dejando que la salvación obre en nosotros y haga fecunda la vida, la llena de buenos frutos.
(¿Que quiere decir esto?) Que la salvación es don de Dios, como bien resume san Pablo: « En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios »(Ef 2,8s).
Agradecemos por ese don y creemos en ese don de la salvación. Pero debemos estar abiertos que ese don de salvación así como "la fe no es únicamente una opción individual que se hace en la intimidad del que cree, no es una relación exclusiva entre el « yo » del fiel y el « Tú » divino… Por su misma naturaleza, se tiene que abrir al « nosotros », se da siempre dentro de la comunión de la Iglesia." LF
"Esta apertura al « nosotros » eclesial refleja la apertura propia del amor de Dios. La Sma Trinidad no es sólo relación entre el Padre y el Hijo, entre el « yo » y el « tú », sino que en el Espíritu, es también un « nosotros », una comunión de personas.
Quien recibe la fe descubre que las dimensiones de su « yo » se ensanchan, y entabla nuevas relaciones que enriquecen la vida." LF
- La persona pascual vive también en una disponibilidad constante ante el Padre.
En la Carta Encíclica Lumen Fidei: Benedicto XVI explicó:
La fe consiste en la disponibilidad para dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios. He aquí la paradoja: en el continuo volverse al Señor, el hombre encuentra un camino seguro, que lo libera de la dispersión a que le someten los ídolos.
Esta disponibilidad "…requiere renunciar a la posesión inmediata que podría ofrecer" certeza, es renunciar a lo instantáneo, es renunciar a el ver para creer… Disponibilidad "es una invitación a abrirse a la fuente de la luz," que es la misma fe en el Padre Dios, "… respetando el misterio propio de un Rostro, (de Padre) que quiere revelarse personalmente y en el momento oportuno." (Continuará)
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