viernes, 3 de abril de 2015

Cena del Señor y lavatorio de pies en el Santuario de Schoenstatt de Juana Diaz

En la celebración como recordatorio de la última Cena del Señor afloran los tres misterios que conmemora nuestra Iglesia Católica: la institución de la Eucaristía, la institución del sacerdocio y el nuevo mandamiento del amor.

Un día como el Jueves Santos fue cuando Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía, el sacramento del amor, de la entrega, de ese regalo que nos dejó. Este es el sacramento que nos une en comunión fraternal. 
Al participar del sacramento de la Eucaristía nos comprometemos desde el amor a la solidaridad y apertura hacia nuestros hermanos.

El Padre José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, nos ha dicho que: "Y la Eucaristía es naturalmente el alimento que tenemos que recibir tan frecuentemente como sea posible, para que esa vida no se extinga. Así cuida de su rebaño el buen Pastor".

"En cuanto al significado y los efectos de este alimento, los teólogos nos dicen que reparemos en el contenido simbólico  de la comida y bebida. ¿Qué contenidos de significación subyacen en el comer y el beber? El alimento, sea lo que fuere lo que comamos o bebamos, se incorpora a nuestra vida; forma una unidad de vida con nosotros; se asimila a nuestra naturaleza y vida. En la Eucaristía hallamos un proceso similar, sólo que en sentido inverso. En ella somos nosotros los asimilados e incorporado a la vida del Señor". (Homilía para la comunidad alemana de la parroquia de san Miguel, Milwaukee. Estados unidos, 12 de abril 1964)".


El sacramento del sacerdocio surge también del amor. Recordemos cuando Jesús dijo a los discípulos: 'Hagan esto en memoria mía hasta el fin de los tiempos'. El sacerdote debe vivir consagrado al amor. La humildad debe presidir sus actos para beneficio del prójimo y no de sí mismo. Este día del Jueves Santos fue cuando Nuestro Señor lavó los pies a sus discípulo, un gesto de gran humildad.
Recién en la Misa Crismal de la Diócesis de Ponce, el obispo Félix Lázaro Martínez instó a los sacerdotes a afrontar los desafíos del mundo moderno con fidelidad a Cristo y a la Iglesia". Reconoció que "para ello se requiere una profunda vida interior, contacto personal constante con Cristo en la oración y contemplación y un anhelo sincero de santidad".
El gesto del lavatorio de los pies en el Santuario de Schoenstatt de Juana Díaz fue uno en el que participaron representantes de doce familias de la comunidad. Primero, el Padre Hilario José Gutiérrez Burgos, rector, enjuagó los pies a doce jefes de familia quienes a su vez lo hicieron con uno de los suyos. Fue un momento de gran emotividad.

En ese momento, el P Hilario José compartió, con lágrimas en sus ojos, cómo él hacía ese gesto con su difunto padre allá en su natal República Dominicana cada vez que regresaba de una misión como sacerdote. 
"Ver a un padre lavando los pies a su hijo y ese hijo a su padre, me recordó a mi padre", exclamó.

En la ocasión de la última Cena del Señor, brota también la llama del nuevo mandamiento del amor. Así dijo Jesús: Amaos los unos a los otros como Yo os he amado (Jn 15, 12).

El papa Francisco explicó este Jueves Santo que Jesús, "habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo, hasta el final".


"Jesús nos amó, Jesús nos ama sin límites, siempre, hasta el final. El amor de Jesús por nosotros no tienen límites. Siempre es más, siempre es más. No se cansa de amar, a ninguno", dijo el Papa.

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