El pasado mes de febrero la vida de nuestro santuario se vio marcada por tres hermosos acontecimientos: -La celebración del Día de la Amistad, -el inicio del Tiempo Cuaresmal y - el encuentro de los misioneros del Rosario y la Mater Peregrina.
En el importantísimo mensaje que su Santidad el Papa Francisco nos dirige en ocasión de la celebración de la Cuaresma, nos recuerda que ella representa un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo, es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros.
Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen... Entonces, nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien.
Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Estas expresiones del Papa representan para cada uno de nosotros una especie de programa a realizar durante esta Cuaresma, pues es como si estuviera escuchando las palabras de nuestro padre fundador: "Dejemos de pensar y actuar como lo hace el hombre mecanicista y desarrollemos un pensar, actuar y amar orgánico".
Otro acontecimiento que nos ha llenado de alegría a toda la Familia de Schöenstatt es la designación que ha hecho el papa del P. Andrés Napoleón, Rector del Santuario de Getsemaní, San Francisco de Macorís, Rep. Dom. como nuevo Obispo de la Diócesis de Barahona. Todos rezamos por él y la misión que Dios le encomienda.