Concurrida asistencia al Vía Crucis del primer viernes de Cuaresma en Santuario de Schoenstatt de Juana Díaz
La cita era a las seis de la tarde justo donde comienza la empinada calle que conduce al Santuario de Schoenstatt de Juana Díaz. Minutos antes los convocados, peregrinos y miembros de la Familia, hicieron acto de presencia para iniciar así el recorrido del Vía Crucis que marcó el segundo encuentro cuaresmal en nuestro santuario, después del Miércoles de Ceniza.
Allí, todos oramos: "Padre, junto a María, nuestra Madre, quiero acompañar al Redentor del mundo y, en su lucha a muerte ver esos poderes que actúan en todos los sucesos de la historia. Ayúdame con su Esposa, la Gran Señal, a ofrecerle como instrumento mis débiles manos a Él , el Señor, a quien, por Amor a nosotros constituiste para enjuiciar a Satanás.
Me veo situado entre esos grandes poderes que se proscriben mutuamente en una eterna lucha, y, con entera libertad, una vez más me decido por Cristo ahora y para siempre.
Concédeme abrazar con el Señor alegremente la cruz e ir por los caminos de la Inscriptio sin vacilación, para que como esposa me asemeje al Esposo, y como instrumento sea fecundo para su Reino de Schoenstatt. Te imploro, Señora Tres Veces Admirable, contemplar la profundidad del corazón de Cristo y, en medio de un mar agitado por el odio, acompañarlo con el ardiente fuego de tu amor. AMĖN".
Fue una secuencia que llevó a los penitentes a reflexionar sobre la razón de ser de la Cruz, del sacrificio de Jesús.
La primera estación "Jesús es condenado a muerte" nos recordó que: "Satanás, a través de sus esbirros, te ha condenado a muerte contra todo derecho; a ti,Señor, que eres, desde la eternidad la Verdad, la Justicia, el Amor y la Vida. Con soberana libertad y en silencio aceptas como voluntad del Padre tu sentencia de muerte, eres tan desprendido de ti mismo y tan íntegramente libre, que estás dispuesto a seguir solo lo que es del Padre. Pilato, el Sumo Sacerdote y las masas culpablemente te abandonan a Ti, Luz del mundo, y te vuelven a menudo a condenar a muerte entre gritos estridentes, con odio y con desprecio. Cada vez que vulneré la verdad, la justicia o el amor, o por cobardía contravine tus deseos, entonces, junto a tus verdugos, me aparté de ti y privé de tu amor a la tierra de Schoenstatt. Junto con tu Esposa, que contigo sobrelleva los pesares, quiero morir a todos mis egoísmos. Con alegría hago renuncia total también de mi honor y de mis derechos; a todo renuncio si el Padre así lo pide".
Sobre el mensaje de esa primera estación, el Padre Hilario José Gutiérrez, Rector del Santuario, predicó durante la Santa Misa que "Jesús tuvo que hablar mucho y recalcarle a sus discípulos que él tenía que padecer mucho, que tenía que ser rechazado por los sumos sacerdotes y los letrados y finalmente morir clavado en una cruz". "Los discípulos no podían asimilar esa declaración de Jesús por lo mismo que nos sucede a nosotros: le tenemos terriblemente miedo a lo que es el sufrimiento y el dolor", dijo P Hilario.
Más adelante preguntó: Por qué Jesucristo murió clavado en la cruz? Y ahí mismo respondió: por Amor a nosotros.
"Es por esto que después el Apostol Pablo nos dirá que 'Jesucristo a pesar de su condición divina nunca hizo alarde de su categoría de Dios. Por el contrario, se rebajó y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos".
En su reflexión, el Padre Hilario José recordó el mensaje cuaresmal del Papa Francisco, quien instó a escuchar "el grito de los profetas" que "levantan su voz" y despiertan a la sociedad.
"Cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: 'yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien'", expresó el Santo Padre y sostuvo que esa actitud egoísta ha alcanzado actualmente una dimensión mundial, hasta el punto de poder hablar de una "globalización de la indiferencia", un malestar que deben afrontar los cristianos.
De acuerdo con el Papa, la Iglesia no debe quedarse replegada en sí misma, dar la espalda a los sufrimientos del mundo y "gozar en solitario", sino que debe hacerse cargo de sus miembros más débiles, pobres y pequeños.
"Cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: 'yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien'", expresó el Santo Padre y sostuvo que esa actitud egoísta ha alcanzado actualmente una dimensión mundial, hasta el punto de poder hablar de una "globalización de la indiferencia", un malestar que deben afrontar los cristianos.
De acuerdo con el Papa, la Iglesia no debe quedarse replegada en sí misma, dar la espalda a los sufrimientos del mundo y "gozar en solitario", sino que debe hacerse cargo de sus miembros más débiles, pobres y pequeños.
El Padre Hilario, por su parte, también enfatizó que la sentencia de muerte de Cristo aún no ha terminado, pues como él, en la actualidad, muchos inocentes son condenados a muerte y a otros se le priva del derecho a vivir. "Pero, desde la Cruz Jesús le pide al Padre 'perdónales porque no saben lo que hacen".
"Así, la vigencia de la Cruz está presente en nuestros días y la invitación de Cristo es 'el que quiera venir conmigo que tome su cruz de cada día y me siga'. No es una cruz para clavarla y quedarnos estáticos. Es una cruz que debemos tomarla y llevarla no importa que su peso nos lleve a probar el polvo de la tierra", puntualizó el sacerdote schonstattiano.
A renglón seguido aconsejó no tener miedo a caer por insoportable que sea la cruz. "Cristo cayó tres veces y se levantó, pero nosotros somos demasiado orgullosos para que nos vean aplastados por nuestra propia cruz. No queremos luchar, tenemos miedo al fracaso", subrayó el religioso.
El P. Hilario José en su alocución acentuó sobre la importancia del ayuno en la vida del cristiano. "El ayuno parece que ha entrado en la dinámica del 'hobby'. Ayunamos por 'hobby' y nos olvidamos del sentido profundo que tiene el ayunar", destacó.